Un día más, las vicisitudes de la vida me llevan a coger un tren. Afortunadamente era de
RENFE. Lo que te da más seguridad… seguridad de que va ser toda una aventura.
Me siento y me uno al sentimiento general de apatía trenaria. Y es entonces cuando entra él. No un “el” cualquiera, sino ÉL. Saca su guitarra y comienza el conciertazo.
¡Mierda! Acaban de cerrar las puertas, ¡¡ya no hay escapatoria!!¡¡Que alguien pare el tren!!
La canción (digo canción por decir algo) se llamaba “
La quería a morir”. No, no se lo fui a preguntar, ni a pedir que me firmara las bragas. Lo deduje por la reiteración. La canción empezaba con un prometedor “yo era un holgazán…”, que siempre da confianza. Aunque también te hace preguntarte, ¿por qué no lo seguiste siendo? A partir de ahí, la poesía fue in crescendo.
“…me cosiste unas alas…” que puestos a coser… porque no le cosió la boca…
“…La quería a morir…”
“…el sonido de la tierra en las botas…” ¿Perdón? ¿Es que la tierra se le tira encima de lo mal que canta? ¿O no era tierra lo que escuchaba, y de lo que se reía su perro?
“…La quería a morir…” Y dale, ya nos quedo claro. Lo que me pregunto es lo que pensaba ella del tema.
Por eso, queridos compañeros “
renficos”, y no sólo renficos, también de otros trenes: Unámonos, y exijamos el retorno del hilo musical a los trenes. ¿Acaso en la era del mp3 y del ipod, no es posible volver a oír el interminable sonido del hilo musical estándar? Ese, que te hacía entrar en trance y levitar. Ese que repasaba las grandes sintonías televisivas desde
Bonanza al
Equipo A. Lo que animaba ir al trabajo al son de “
Me gusta que los planes salgan bien”. O escuchar el Aleluya de Haendel al llegar con 2h de retraso a casa. Eso sí que era musicota. Lo petaba en todos los trenes, y lo más importante: era capaz de silenciar a los entrañables sujetos que comparten su música con nosotros, cuando nadie lo desea.
¡¡Viva el hilo musical!