4.7.11

Caminando...


Hoy como cada dos o tres plenilunios, me he dispuesto a hacer deporte. Enfundada en la ropa para tal actividad que compre allá por el 86, me dispongo a deportear. Es decir, a caminar ligeramente, es decir, a caminar rápido, no a hacerlo cual Jesús sobre las aguas. Todo parece normal, el sofoco al 3º paso, las agujetas a los 12 metros, vamos lo normal para una atleta de mi calibre. Y es entonces cuando descubro que algo ha cambiado. Y no me refiero al diámetro de mi cintura de abeja (porque de avispa no lo fue ni en la infancia). Se ha producido un hecho muy importante en nuestras calles, y nadie parece que se atreve a hablar de ello. Es toda una liberación, un acto de rebeldía. Cuyo Martín Luther King permanece en el anonimato. Sí, el destape, ha llegado a los hombres de la tercera edad. El último eslabón de la cadena (por suerte). Sí, señoras y señores, los hombres de la tercera edad caminan a pecho descubierto, y rodilla cubierta. (Por sus propios pechos). No se confundan, no se trata de una especie de chou chou alto y con pantalones, son adonises octogenarios, que no quieren tener marcas de moreno por si pillan a una chati en las playas de Benidorm, al son de “Pajaritos por aquí”.


No sé qué era lo peor, que los octogenarios me adelantaran, o que estuvieran más morenos que yo. Pero siempre me quedará el consuelo de que mis rodillas, sí mis rodillas ¡están más morenas!

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